Eva. El milagro?
Como cada tarde, me dispuse a tomar un café antes de empezar con el primer paciente. Me apresuré tanto en tomarlo que mi paladar se iba a ver resentido durante un rato largo. ¡Así son las prisas!
En ese instante sonó el timbre de la puerta y me dispuse a abrir. ¡Grande fue mi sorpresa al ver que no era el paciente que esperaba! Una inmensa alegría dibujó una sonrisa en mi rostro.
- ¡Hola Eva! ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás? Algo me indujo a abrazarla con fuerza. La fuerza fue mutua.
Tomé, sin soltar sus manos, un poco de distancia para mirarle a los ojos. Su dolor infinito taladró los míos.
- Anda, entra un momento. No tengo mucho tiempo. Esperaba a un paciente y estará por llegar. Nos soltamos para entrar en el apartamento pero dió un breve paso adelante y se detuvo en el rellano. Mi mirada recorrió su cuerpo enjuto:
Su carita pequeña, su ropa arrugada, casi harapienta, puesta con dejadez y sin sentido alguno. Estaba delgada, muy delgada, mirada ausente, perdida...Parecía mirarme pero sin verme. Había algo extraño en toda su persona. No era ella. Hacía meses que no la veía.Acudía a mis talleres de pintura con regularidad hasta que dejó de venir un día. Alguien me dijo que había encontrado trabajo. Nunca respondió a mis llamadas. Pero algo había cambiado en ella. Allí, encogida,sin mediar palabra ni gesto, tan vulnerable...Su dolor invadió todo mi espacio, todo mi ser.
- ¿Qué pasa Eva? ¿Estás bien?
Me esforcé para no trasmitir la inquietud que la situación me producía. Me preocupaba su estado pero me alteraba pensar que el paciente citado podía llegar en cualquier momento.
- No veo. Balbuceó entre dientes.
- ¿No ves? ¿Cómo que no ves? Escudriñé sus ojos tomando distancia. Las manos se entrelazaron de nuevo con fuerza.
- No veo. Repitió impasible.
- Ya...¿No ves nada? ¿Qué pasa en tus ojos? ¿Te ha visto el médico?. Demasiadas preguntas. Mis ojos exploraban los suyos con vehemencia.
-Si. Me han visto varios. Veo sólo una luz
- ¿Y...? ¿Cataratas? ¿ Qué te dicen que tienes? ¿ Cómo has podido llegar hasta aquí tú sola?. Demasiadas preguntas otra vez. Ahora si notó mi premura.
- Mira, si te parece... espero abajo a que acabes y... nos tomamos un café luego. Así te cuento todo. Su voz temblorosa, casi inaudible...
- ¡Pero es mucho tiempo Eva! ¿ Cómo vas a esperar una hora?. El ruido del ascensor que acababa de ponerse en marcha, captó nuestra atención. Alguien subía. Posiblemente el paciente de las cuatro. Me apresuré entonces a decir: - ¡Vale! ¡En un hora nos vemos abajo y nos tomamos ese café!. Su boca esbozó una leve sonrisa.
La puerta del ascensor se abrió y sí, era el paciente. Eva soltó mis manos y aprovechó a entrar con cierta parsimonia y dificultad en el mismo ascensor.
Nos vimos en una hora. La encontré sentada en el banco que hay en el portal.Estaba ausente.
- Hola Eva. Ya estoy. ¿Ese café? Le ayudé a incorporarse y la ofrecí mi brazo izquierdo para caminar hasta la cafetería. Llovía a cántaros.
Nos sentamos en una mesa como dos viejas amigas que van a compatir una tarde de tertulia frente a sendos cafés. Pero no era el caso.
Eva, 42 años, comenzó tonteando con la marihuana a los 20, pasó a otras drogas y cuando se quiso dar cuenta vivía debajo de un puente con una botella de ginebra por compañera y el delirio de una esquizofrenia que hizo campamento en su mente para no abandonarla jamás.
No voy a entrar en detalles de su castigada existencia porque daría para una novela. Sólo voy a plasmar la conversación que tuvimos.
- ¡Qué alegría verte Eva! Dejaste de venir a los talleres de pintura y la verdad es que te llamé bastantes veces. Nunca tuve respuesta.
-Si. Me quitaron el móvil. Ya me imaginé que me buscarías.
Dijo con cierta tristeza.
- No, tranquila. Entiendo que es todo muy difícil para tí.
No quise presionarla mucho.
-Sii. Muy difícil. Asintió mientras sus pequeños ojos negros volvian a taladrar los míos.
- Sé que trabajas en el centro ocupacional.
-Si. Asintió con un gesto cansado
-¿Y cómo te las arreglas si no ves casi?
-Muy mal. Me van pasando de un trabajo a otro y apenas puedo hacer nada.
-Ya. ¿Y para ir y venir?. ¿Ves para desenvolverte?
-Veo bultos y para coger el autobús, pregunto antes de subir...
-Ya. Entiendo. Y los médicos qué te dicen? Pregunté con interés.
-Naaada!! Recalcó con un leve grito. Me miró con vehemencia esperando mi respuesta pero me mantuve callada. Entonces prosiguió. - ¡Que estoy bloqueada Lola!. ¡Eso me dicen!. Feli, la psicóloga, me ha castigado sin terapia! Todo porque me encontró una pastilla de Speed en la habitación. Era una pastilla que tenía muchos años. No he tomado nada Lola. Te lo juro! Nadie me cree! Ya no sé qué hacer! ¡
No puedo leer un libro que es lo que más me gusta en el mundo!! Esbozó con un grito ahogado en lo más profundo de su persona. Una lágrima emanó de uno de sus ojos inertes.
- Tranquila Eva. Es muy duro no ver. Muy, muy duro. Entiendo que estés así. Pero...la ceguera es siempre?
- Si. Siempre. Llevo así meses.
- Pero Eva... Piensa un poco. Ha habido algún momento en el que has visto algo mejor? Volví a insistir con cierto ahínco.
Eva se quedó pensativa mirándome. Yo esperé su respuesta.
- Si. Cuando me abro los Chakras.
- ¡Ah!! ¿y cómo te los abres?
- Con un audio del ordenador. Me pongo los auriculares, escucho y me abro los chakras. Se llevo los dedos a las dos sienes. Entonces veo bien.
- Ya. Entiendo.¿Y qué cosas haces cuando te abres los chakras y ves?
- Pues me miro al espejo y me veo lo horrible que estoy y entonces vuelvo a no ver otra vez. Me dura poco.
- ¡Qué duro Eva! ¿Qué difícil para tí no?
- Si, muy difícil.¿Qué hago Lola? ¡Dime...! Me imploró.
- ¿Qué quieres hacer tú Eva?
- Yo quiero vivir donde soy felíz. Quiero vivir en el centro. No quiero ir a un piso tutelado.
- Ya. ¿Y quién quiere mandarte a un piso tutelado?
- ¡Todos! ¡Todos parecen estar de acuerdo en eso!
- Entiendo Eva. Todos quieren que vayas a un piso tutelado pero como no ves bien te mantienen en el centro. ¿Es así Eva?.
- Si, Así es.
- O sea que la ceguera te beneficia no?. ¡Bendita ceguera entonces!!
Eva me miró perpleja.
Tengo que irme Eva. Tengo un paciente ahora. Siento tener que dejarte pero solo voy a decirte que cuando te abras los chakras y veas, te sugiero que hagas algo diferente a mirarte en el espejo y ver lo horrible que estás. Observa qué pasa en tí y tu alrededor y lo escribes en ese libro de chakras que me diste a leer en cierta ocasión. Observa con detalle qué pasa en tu vida cuando ves. Ya me lo contarás.
Me lenvanté de la mesa y la abracé.
- ¿Te quedas aquí o te acompaño a alguna parte? Pregunté.
- Me voy al centro. Dijo con cierta resignación
- Vale. Cuídate Eva. Nos vemos cuando quieras.
Salí del bar sin más preámbulos. No quise volver la cabeza.
Me disponía a abrir la puerta del portal cuando oí a alguien que me llamaba. Era Eva. Bajo la lluvia, con la capucha del abrigo sobre la cabeza, corría hacia donde yo estaba.
- ¡Looolaaa, Looolaaaa...! Me gritaba con la voz quebrada por una emoción repentina.
- ¿Qué pasa Eva?
- ¿Què hago ahora? Quééé... haaago... ahora? Recalcó. - ¡VEO!! ¡Veo como hacía meses que no veía! Me gritaba perpleja. Sus ojos de repente había dejado de estar perdidos, de mirar a ninguna parte. De repente estaban VIVOS y me miraban con un fervor especial.
- ¿Qué crees tú que ha pasado para que veas de ese modo? Pregunté con el mismo entusiasmo.
- ¡Que ME HAS ENTENDIDO LOLA! ¡ME HAS ESCUCHADO Y ME HAS ENTENDIDO! Gritaba con alegría mientras la lluvia resbalaba indiferente por nuestras caras...
(Es un caso real así es que todos los nombres y algunos detalles de la historia se han cambiado para preservar la confidencialidad)
Lola Rodríguez